¡Sí, ya sé! Este blog va prácticamente 2 días tarde, pero necesitaba darme libre justamente esa cantidad de días para desconectar, para hacer una pausa y retomar la cotidianidad con claridad, energía y frescura. Esta vez no les escribo desde mi pequeña oficina en mi apartamento, sino desde Uvita, Puntarenas. Para ser más exacta, estoy sentada en el balcón de mi habitación en el hotel La Cusinga Lodge, escuchando el sonido de las olas de mar, las chicharras y los bichitos propios del trópico. ¡Qué privilegio, pero sobre todo, qué bendición estar aquí! Y así como cuando estaba en la escuela y escribía en mi diario todo lo que pasaba en mi día, les cuento que medité un rato, hice un poco de ejercicio, abracé un árbol enorme, me metí a la piscina y por supuesto fui a la playa, me dejé bañar por las olas del mar (siempre con cuidado y respeto del mismo), y le agradecí a Dios por estar ahí, sintiendo el agua, en un día precioso de julio, con un cielo completamente azul y con la arena bajo mis pies. Pensé en mi familia, en la gente que quiero y en todo lo bueno que deseo para ellos. Agradecí por el trabajo, por la salud, por tener donde vivir y tener comida en mi mesa. Y justo en ese momento pensé “necesito estar presente en este momento”. Me conecté con mi respiración, activé mis cinco sentidos, y de pronto sentí todo mi ser inmerso en el mar. Mi cuerpo cubierto hasta el pecho de agua, mi cabello lleno de sal, mis manos sintiendo el vaivén y el calor del mar, mis oídos escuchando cómo rompían las olas cada diez segundos y las aves que sobrevolaban esa inmensidad, mi olfato disfrutando del característico olor que tiene la playa, mis labios salados y mi vista atenta a cada ola que venía. Mientras respiraba profunda y conscientemente, todo el resto del mundo desapareció, dejé de pensar en lo que no estaba pasando en ese preciso instante y solo me desconecté para sentir y vivir el presente. La arena bajo mis pies se movía cada vez que el mar jalaba el agua hacia adentro y yo sentía como que flotaba. Me vi a mí misma como una gota más en ese inmenso cuerpo llamado mar y seguí respirando, sin pensar en nada más que en “el aquí y el ahora”. Pudieron haber sido segundos o minutos, no lo sé, pero era justamente lo que estaba buscando y necesitando. Tenía la mente en blanco con respecto a todo lo demás, por un breve instante dejé de pensar y me dediqué a sentir y disfrutar lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Hoy fue uno de esos días para recordar que muchas veces se me van los minutos pensando en lo que no está pasando, y se me va la vida a veces sin disfrutar del presente. Aún así, considero que en lo personal disfruto mucho de la vida e intento sacarle el jugo a cada día. Pero a veces me preocupo por lo que no pasa o por lo que ya pasó, y ahí pierdo la oportunidad de vivir el instante en el que estoy. ¿Les ha pasado que se descubren más inmersos en el pasado o en el futuro que en el presente? Bueno, hoy mientras me desconecté ese ratito, recordé que hay muchas pequeñas/grandes cosas que disfrutar. Hace semanas deseaba con todas mis fuerzas estar aquí y hacer esa “limpia” necesaria que nos da la fuerza y la energía de la naturaleza. Me sentí renovada, esperanzada y reconectada. Desconectar para volver a conectar con más conciencia y gratitud. Les invito a buscar un espacio en la naturaleza que les genere paz, calma y les ayude a recargar sus energías. ¡Abrazos desde Bahía Ballena!
– Sofi♥
Excelente reflexión,muchas veces estamos tan ansiosos del futuro o vivimos pensando en cosas pasadas que no disfrutamos el presente. Yo amo la playa,el ruido de las olas,la brisa,la arena por eso cada vez que puedo voy a desconectarme.
Gracias por todas esas experiencias que nos compartes. Siga así disfrutando de cada instante de su vida,la admiro mucho.