Recuerdo una vez que estábamos tomando café en casa con un amigo de la familia llamado Prisco. En esa época vivíamos en Bogotá, Colombia, teníamos un año de haber llegado allá y yo era una niña de unos 10 años aproximadamente. Estuvimos compartiendo y conversando un rato con él, en familia, y escuchando las historias que mi papá acostumbra a contar en la sobremesa. Al terminar la cafeteada, todos nos íbamos a pasar a la sala, le ayudamos a mi mamá a recoger los platos de la mesa, no sin antes mencionar lo rica que estuvo la comida y el café. Cuando terminé de recoger las cosas, Prisco me miró y me dijo: “Siempre dale las gracias a tu mamá por lo que hace, en este caso, por la comida. Es tu mamá, pero no hay que dar por sentado lo que hace. Siempre hay que agradecer.” Recuerdo que lo miré y le dije: “está bien, Prisco.” Fui a la cocina y dejé los platos que faltaban, vi a mi mamá lavando unos vasos, la besé y le dije: “Gracias ma, estaba muy rico todo.” Ella me miró y me dijo: “Ay mi amor, con mucho gusto mamita.” Por supuesto que mis papás nos inculcaron mucho ser personas agradecidas, así que esto no era algo nuevo en mi vida. Sé que antes de ese día sí le había dado las gracias a mi mamá por haber preparado la comida, pero creo que nunca lo había hecho tan conscientemente como esa tarde, pensando en la importancia del acto de agradecer y lo valiosa que es esa palabra: “gracias”. Sin embargo, a partir de ese día y hasta la fecha siempre le doy las gracias a mi mamá por cada cosa que hace, desde darme un vaso con agua, hasta preparar una cena deliciosa, recibirme en su casa, escucharme o aconsejarme. Las palabras de Prisco calaron en mí no solo por el hecho de no dar nada por sentado, sino porque muchas veces a la familia es a quien menos se les agradece todo lo que hacen. Empecé a poner en práctica la gratitud, no solo con mi mamá, también con mi papá, mis hermanos y en general, en la vida. Fue una lección que realmente me cambió la perspectiva y me hizo comprender que siempre hay una oportunidad para dar gracias. Lo veo ahora como mujer adulta cada vez voy a algún lugar y no escucho esa palabra tan a menudo como quisiera. Decir gracias no es tan normal para muchas personas, no lo ven necesario y a menudo cuando toco el tema me han dicho: “¿Y por qué tengo que darle las gracias a alguien a quien le están pagando por servirme? Ese es su trabajo.” Ese tipo de respuestas me dejan fría y me dan un poco de tristeza. Es como si de un pronto a otro sintiera que la falta de gratitud nos deshumaniza. Está bien, quizás esta afirmación es un poco exagerada, pero realmente es una de las palabras más importantes y recurrentes en mi diccionario diario, y no escucharla y especialmente no decirla me hace sentir mal. La gratitud en lo más simple me ha enseñado que en los días más oscuros siempre hay al menos una cosa, por más pequeña que sea, que salió bien, que me hizo sonreír, que me iluminó el día. Agradecer en los momentos de tristeza me ha recordado que nunca he tenido un día completo en el que absolutamente todo haya salido mal, SIEMPRE ha habido una cosa que agradecer, un gesto, una sonrisa, una palabra, una noticia inesperada, una sorpresa, un regalo, un mensaje, un abrazo, y hasta algo que no salió como yo quería. Sí, he aprendido a agradecer lo “malo”, lo “feo”, lo “negativo”, lo que no fue como yo imaginaba, y al agradecerlo me ayudo a mí misma a cambiar mi enfoque y decir “esto también me construye, esto que no salió no me define pero me enseña”. La gratitud me recuerda constantemente que todo es para bien, que nadie es más que yo ni yo soy más que nadie, que todos somos parte del aprendizaje de los demás, que somos maestros y estudiantes al mismo tiempo, que todo nos ayuda a crecer si nos permitimos verlo así. Al despertar doy gracias por seguir existiendo, por una nueva oportunidad para continuar mejorando, y al dormir agradezco por lo vivido. A mí la gratitud me ha mantenido aterrizada, me ha recordado que nadie está en la obligación de hacer algo por mí y que con más razón nada me cuesta regalar una sonrisa agradecida a quienes se cruzan por mi camino en el día a día. Practiquemos agradecer más y pelear menos y veremos que no todo está tan mal como muchas veces pensamos.
– Sofi♥️
Como pastor y Teologo siempre la Biblia es mi gran referente. El apostol Pablo de manera imperativa nos dice: «sed agradecidos» (Colosenses 3:15). Aunque un individuo no sea cristiano, por lo menos debe ser agradecido. Es un valor noble que expresa no solo gratitud, sino también cortesía y buenos modales, es decir una persona grata por lo general es educada. Sofi, te felicito y siempre pido a Dios que te bendiga, muy bueno este post sobre la gratitud. Bendiciones. Nota: Mi sueño es verte en Hollywood.